martes, 24 de abril de 2018

dra. MARINA MÜLLER (ARGENTINA. Consideraciones Modelo latinoamericano


REFLEXIONES ACERCA DEL TRABAJO.
DRA. MARINA MÜLLER (ARGENTINA; UNIVERSIDAD DEL SALVADOR, UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRES DE FEBRERO, UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA)

El tema es altamente relevante por varios motivos:

·         La ampliación que supone respecto al campo orientador, que en el ámbito educativo asume responsabilidad y participación en variados temas transversales: rendimiento escolar, integración social a la escolarización sistemática, acogida de padres u otros familiares significativos, temas del consumo inteligente, la sexualidad responsable, la prevención de las conductas de riesgo, los valores de solidaridad, compromiso, participación ciudadana, derechos humanos, mediación y educación para la solución pacífica de conflictos, etc, y otros que hacen a la formación integral de los seres humanos.

·         La investigación de los diversos enfoques teóricos y las prácticas en los países de Latinoamérica con sus peculiaridades y tradiciones nacionales y regionales, las diversas formas de entender estos aspectos y los diversos colectivos intervinientes como orientadores (asociaciones, informantes, investigadores y productores de teoría). No veo mencionada ni percibo el aporte de APORA, Asociación de Profesionales de la Orientación de la República Argentina, que en convenio con la UNTREF (Universidad Nacional de Tres de Febrero) se encuentra en Argentina proceso de creación de la primera Maestría en Orientación - posiblemente Vocacional Educativa -, y que desde hace 11 años ofrece la Especialización en Orientación Vocacional y Educativa de la cual formo parte como Asesora y he sido Profesora Titular de Orientación en el sistema Educativo desde su creación. En el marco de la carrera de Especialización se han realizado varias investigaciones y se encuentran otras en curso que pueden aportar a este tema.

·         El aporte que pueden hacer este tipo de trabajos para sostener, ampliar, empoderar la orientación educativa y la orientación en general en sus distintas variantes (agregando la orientación en sus tipos vocacional-profesional-ocupacional, continua, para la carrera, laboral, y como lo dice este artículo, “para la vida” no diría activa solamente, porque también vale para las personas en situación de retiro o de necesidades especiales que vean menoscabada o impedida la vida activa y hacia quienes la orientación va considerando en forma creciente como sujetos con derecho a la orientación). 

En relación a los puntos propuestos por Palacios Liberato (pps. 13-14) podemos considerar que los criterios científicos son construcciones o modelos mentales que siempre requieren validarse, no equivalen a realidades fácticas ni a dogmas inamovibles, por ello requieren permanente constatación y a la vez pueden modificarse o proponerse teorías alternativas, cada cual con su campo de aplicación correspondiente, sobre todo hablando de las disciplinas “blandas” que también suelen llamarse disciplinas humanas. Ante lo cual, es imprescindible examinar y convalidar las teorías y sus supuestos, para atender tanto a la validez “universal” como a las particularidades del modelo al aplicarlo en regiones y condiciones muy diferentes a las del origen de los supuestos y teorías.

En páginas 15 y 16 se habla de propuestas que resguarden y desarrollen la “calidez” como trascendencia de una mera aplicación tecnocrática o industrializada, lo cual me parece sumamente válido e imprescindible en un mundo altamente tecnológico y por momentos deshumanizado, lo cual lleva a destacar la cualidad no solo científica sino también sumamente artesanal – vocacional de las intervenciones orientadoras.

Concuerdo con la necesidad de recuperar e integrar en la disciplina de la orientación los saberes ancestrales, disponiendo un espacio académico y profesional dentro del campo amplio de los conocimientos, competencias y prácticas de este ámbito, reconociendo por ejemplo el cuidado ecológico que la actual civilización científico tecnológica postindustrial transgrede impunemente.

Asimismo es importante el tema de las políticas educativas, económicas y sociales respecto a la orientación y su puesta en práctica con suficientes recursos humanos y materiales, dado que aún cuando existan leyes que aseguran el derecho a la orientación en sus diversos tipos, en la práctica se ignora su importancia y no se abren y/o se sostienen los dispositivos que la posibiliten a lo largo del tiempo no solamente para las nuevas generaciones sino como derecho de toda persona a lo largo de su vida.

En la misma dirección, coincido ampliamente con los conceptos de Manfred Max-Neef expresados en las páginas 18 y 19.

Respecto a algunos términos muy significativos para este trabajo, preferiría emplear los que están más ampliamente reconocidos y no los que puedan considerarse neologismos (por ejemplo en el diccionario de la R.A.E.) como ser descolonizador en lugar de decolonial (pág. 1). En cambio, en nota 6 al pie de página 3 se menciona según términos más ampliamente aceptados, “descolonización” y “des-colonial”. Lo mismo al término “problémico” que preferiría sustituir con el término “problemático” o “que problematiza” (págs. 4 y 5); colonialismo en vez de colonialidad (pág. 19).

La II PARTE (que se enuncia en pág. 22) no la encontré incluida en el trabajo enviado.


domingo, 22 de abril de 2018

Dr. Lucas Palacios Liberato.Comentarios al “Modelo Latinoamericano de Orientación Educativa, "Orientación para la Vida Activa"


Comentarios al “Modelo Latinoamericano de Orientación Educativa, "Orientación para la Vida Activa"
Dr. Lucas Palacios Liberato.
1.       Respecto de la “Construcción Social de un Modelo latinoamericano”
A las tres opciones se debe considerar lo siguiente,
a.       Los “conceptos” no son del “norte” o del “sur”; los conceptos científicos por ejemplo son universales por su objetividad y se abstraen de cualquier realidad por constituir la parte esencial de un fenómeno, siendo la esencia más general y común, el fenómeno concreto si resultar distinta a cada contexto. Lo que si podemos adaptar son las prácticas en cuanto experiencias singulares, del cual asumimos la parte substancial y descartamos lo circunstancial.
b.      Por tanto, asumimos los conceptos, más no las prácticas, que han sucedido de forma peculiar en cada caso. De lo contario estaríamos considerando que la realidad social del “Norte” y del “Sur” son realidades contrapuestas  y antagónicamente distintos, cuando eso no es así; son distintos en su contexto y circunstancias, pero contienen ambos una comunidad de aspectos y propiedades por el cual los conceptos resultan universales.
c.       Antes que un “diálogo” necesitamos una indagación científica que distinga lo esencial de lo fenoménico, lo sustancial de lo circunstancial, etc. Esto generará un modelo que en sus conceptos resulte universal, de igual valor para el “Norte” o el “Sur”, cuyas prácticas en cada contexto definitivamente resultarán semejantes o equivalentes, pero jamás idénticos.
d.      Las batallas son “políticas”, no son científicas; las teorías y los modelos alejados de los fundamentos científicos, tiene este derrotero político. 
En resumen, noto aquí una disputa acerca de quién es verdaderamente “original” y prístino.
2.       Respecto de los “Propósitos”.
Considerar que “la búsqueda por la construcción de una Orientación  de mayor “calidez”” no puede obviar la necesidad de “eficacia, la eficiencia y la efectividad”, por cuanto estas variables justamente asegurarán el logro de mayor “calidez”. No podemos asumir que la “eficacia, la eficiencia y la efectividad” sea exclusivo de “una educación industrializada” y que no exijamos “estándares de calidad”. Lo que debemos hacer es orientar la “eficacia, la eficiencia y la efectividad” como los “estándares de calidad” respondan a nuestro propósito de “mayor calidez” y evitar que ella resulte como “otro producto industrial”.
3.       Respecto del “Enfoque pedagógico”
Es de necesidad urgente ampliar el enfoque pedagógico por cuanto constituye la parte fundamental del modelo; definir qué significa “Saber Ser social” como “persona”, “Saber Tener” como “Conciencia Moral”, “Saber Hacer” como “Comprender y Comunicar” y “Saber Estar” como “Convivir moralmente”. Contrariamente resultaría sólo un cliché.
Al respecto debemos considerar que la educación, en cuanto objeto de la pedagogía, sucede en un determinado proceso y contexto educativo, distinto de la didáctica o los procesos instructivos de la escuela; por el cual la educación describe un proceso social definido por el conjunto de relaciones sociales que los educandos contraen en determinados contextos. Así,
a.       El “Saber Ser social” como “persona”, implica reconocer que la persona es un ser social, producto y síntesis de un conjunto de relaciones sociales que contraen los hombre en un determinado contexto histórico y sociocultural. Es decir que la conducta, el comportamiento, los  aspectos socio afectivos y socio emocionales de  cada persona en singular deviene de esos contextos y relaciones sociales.
b.      El “Saber Tener” como “Conciencia Moral”, implica asumir que la conciencia moral que tiene o posee cada persona corresponde  a cada grupo o colectivo social. Es decir que la conducta moral y la práctica social de las personas y los grupos sociales devienen de su cultura de contexto.
c.       El “Saber Hacer” como “Comprender y Comunicar”, significa que la comprensión y comunicación entre las personas, particularmente entre el orientador y el orientado, debe partir del reconocimiento de la persona como ser social y la conciencia moral que ella posee o tiene, que éstas suceden en un determinado contexto histórico y sociocultural de acuerdo a las técnicas y formas peculiares de la relaciones sociales.
d.      El “Saber Estar” como “Convivir moralmente”, resultaría como consecuencia natural de las consideraciones anteriores, por cuando la convivencia y el “existir” (estar) sucede en dichas relaciones y contextos.
Todo ello se aplica irrestrictamente al orientador y constituye la conceptual para atender al sujeto o persona “orientada”.


sábado, 21 de abril de 2018

DESARROLLO MORAL Y CONVIVENCIA. Ps Carlos Borja



Una aproximación desde la propuesta de las comunidades justas
Carlos Borja[1]
Octubre 24 de 2012

“El esfuerzo por constituir comunidades justas e incluyentes implica que uno de los aspectos sustantivos para la vida democrática escolar sea comprender la relevancia de las reglas en la configuración de las relaciones sociales, y en la afirmación de un sentido de justicia y responsabilidad” (p.682).
 Delgado y Lara

INTRODUCCIÓN
El logro de la convivencia entre sujetos que comparten espacios sociales es una búsqueda incesante, tanto de las personas que construyen dichos espacios, como de quienes, desde una determinada disciplina o rol profesional, intervienen en su cotidianidad. En nuestro caso, como profesionales que nos desempeñamos en el área de orientación escolar, las instituciones educativas constituyen el lugar en el que promovemos el logro de la convivencia. Realizamos una reflexión acerca de esta área “problémica” retomando la perspectiva de autores que, como Lawrence Kohlberg, proponen que el ejercicio de la democracia plena se puede alcanzar mediante la generación de un clima o atmósfera moral articulada a la convivencia pacífica y a niveles cada vez más altos de justicia y participación de cada miembro del grupo social.

En esta ponencia se propone el trabajo alrededor de las comunidades justas: la participación de los miembros de una comunidad educativa en la construcción colectiva del sentido de las normas, para favorecer su apropiación, pues solo en la medida en que el individuo es consciente de la importancia de las normas para la vida social, puede regular su comportamiento en función de las metas de la comunidad.  En este sentido, es indispensable que las normas sean comprendidas en dos sentidos: por un lado, no como simple autoridad o consecuencias del incumplimiento de las normas de convivencia; sino a la luz de los principios éticos y morales; por el otro, en la medida en que el estudiante comprende que las medidas destinadas a favorecer la convivencia escolar no entran en conflicto con sus intereses individuales sino que respetan la dignidad de todos los involucrados, es posible que se construya la confianza suficiente para discutir y encontrar soluciones que privilegien el bienestar y la justicia de los afectados en situaciones conflictivas.

La vía para la construcción del ambiente reflexivo y de confianza en medio del cual la comprensión y consenso sobre las normas es posible, es desarrollada en la propuesta de comunidades justas de Kohlberg (Kohlberg, 1980 citado por Delgado y Lara, 2008).  Particularmente, nos enfocamos en un ejercicio reflexivo sobre las implicaciones de construir una comunidad justa en un colegio distrital para los grados cuarto y quinto de primaria, momento de la formación que resulta clave porque representa retos importantes y posibilidades de prevención en cuanto a la transición de la primaria al bachillerato, y que suele estar caracterizado por intensos conflictos y aumento de la agresividad entre los estudiantes.

Para analizar y argumentar esta propuesta, se presentan algunas problemáticas comunes de las instituciones educativas en relación con la convivencia escolar, de acuerdo con las experiencias vividas en ellas y que evidencian que la convivencia ocupa un lugar importante dentro de las preocupaciones de los actores de las comunidades educativas. En la parte final se hace la reflexión sobre algunas condiciones y dimensiones que pueden favorecer que las comunidades educativas lleguen a ser comunidades justas, considerando elementos propuestos por diferentes autores para poner en marcha acciones que propicien el mejoramiento de la convivencia en la escuela.

El punto de partida: El concepto de convivencia escolar
Una mirada inicial a diferentes conceptualizaciones de la convivencia nos muestra la variedad de abordajes en este campo:
Ortega, Del Rey , Córdoba y Romera (citado por Del Rey, Ortega y Feria,2009)  afirman que “La convivencia surge como la necesidad de que la vida en común, que acontece en todos los escenarios de la educación escolar y en el entramado de todos los sistemas de relación (profesorado/alumnado, relaciones entre los propios escolares, y relaciones familia/escuela), discurra con pautas de respeto de los unos sobre los otros; y como la necesidad de que las normas democráticas que la escuela impone se dinamicen de forma tal que la propia convencionalidad de las reglas incluya un principio de respeto por el bien común que se comparte.” (pág. 161)

García-Hierro y Cubo (en Pérez-Fuentes, Gázquez, Fernández-Baena y Molero, 2011) describen la convivencia escolar como “aquellas relaciones socio-verbales que los integrantes del contexto educativo tienen entre sí, y que inciden significativamente en el desarrollo tanto ético, socioafectivo como intelectual del alumnado” (pág. 82)

Castañeda (En prensa) a su vez, plantea la convivencia desde la teoría de la complejidad identificando la necesidad de objetivar y subjetivar el concepto, reconociendo las dimensiones socioeconómicas y políticas que lo cruzan. Igualmente afirma que “la convivencia implica la interacción de subjetividades; y ésta se hace compleja en la medida que cada sujeto que interviene en la misma, tiene o puede tener su propia interpretación, por ello el ambiente se presenta relativo a quien lo mire, desde dónde y cuándo. Esta propiedad es la anisotropía ambiental. La naturaleza heterogénea del tejido social, dependiendo del manejo que se le ofrezca se puede convertir en un escenario propicio para el paulatino crecimiento, o por el contrario, en una realidad de constante agresión y desconocimiento” (pág. 50).

Por su parte Bar- Tal (citado por Rodríguez y Vaca, 2010) señala que “la convivencia puede ser entendida como una representación mental, existente entre los miembros de una sociedad caracterizada por reconocer los derechos de los otros y con el compromiso de que, los desacuerdos propios de los grupos humanos sean resueltos de forma no violenta” (pág.181)

Es desde esta última perspectiva que se desarrolla el presente escrito, en la medida en que la comprensión de la norma es el anclaje fundamental que permite la interiorización de los acuerdos sociales por parte del sujeto.  Por supuesto, apostamos a la importancia de los factores cognitivos para dirigir los comportamientos que favorezcan una sana convivencia.

La relevancia de la convivencia escolar

Dentro del marco legal, la relevancia de la convivencia escolar es reconocida en el Acuerdo 434 del 29 de marzo de 2010 dictado por el Concejo de Bogotá, según el cual se debe crear un Observatorio de Convivencia Escolar como parte del Sistema Distrital de Seguridad Escolar. Este sistema tiene por objeto (Art. 2) promocionar espacios de reflexión pedagógica en torno al tema, que conlleven a incentivar la creación y uso de estrategias que prevengan situaciones de violencia escolar en las IE (Instituciones Educativas).

Es clara la preocupación por la problemática general de violencia en los colegios que requiere orientar acciones que optimicen la convivencia, al tiempo que promuevan la resolución de conflictos entre los diferentes actores (docentes, estudiantes, administrativos y padres/madres). Esta problemática está atravesada por diferentes tensiones como las siguientes:

a)  La relación entre la cotidianidad y el deber ser: si bien los principios morales son guías para la acción (los cuales pueden ser o no aplicados de acuerdo con las situaciones), las actuaciones de los adultos en la comunidad educativa pueden ser sistemáticamente no consistentes con los principios que se quieren promover.  La complejidad de la toma de decisiones ante dilemas morales puede no ser clara para los estudiantes y por lo tanto, no identificar las consideraciones éticas que subyacen.  Estos principios aplican no solo a los niños, niñas y jóvenes, sino a todos los integrantes de la comunidad educativa que cotidianamente forman de manera más o menos consciente a los estudiantes.

La institución educativa puede convertirse en un ambiente en el cual se enseñe y exija al niño o joven a que se comporte de forma justa, y sin embargo, ésta no actúa con justicia con él. Solo la reflexión de la propia comunidad sobre su organización y relaciones puede llevar a modificar este tipo de dinámicas. 

b) El manual de convivencia como requisito: en general las normas de las instituciones educativas que reposan en los manuales de convivencia o en otro tipo de textos, no han sido construidas a partir de la discusión democrática con la comunidad educativa y una vez establecidas, difícilmente se someten a revisión, perdiendo el sentido de la regulación de la vida social y limitándose a cumplir con un requisito de existencia. Las normas construidas de esta manera no favorecen la comprensión, ni la aceptación de los involucrados, limitando su cumplimiento a la obediencia basada en el temor o la resistencia explicable desde las motivaciones y comprensiones alternativas de los sujetos.

c) El peso de la diversidad cultural: la comprensión de las normas de convivencia está mediada por el bagaje cultural de los miembros de la comunidad educativa. En nuestro contexto la escuela agrupa personas de diverso origen cultural, con motivaciones diversas y diferentes valoraciones de la convivencia; son estudiantes que provienen de diferentes contextos sociales, regiones o culturas, deben recibir la misma formación y seguir de manera uniforme las reglas de convivencia, sin poder participar de su construcción, ni reconocer plenamente los nuevos sentidos que toman en la institución como lugar de encuentro.

d) La tensión entre la escuela y el contexto: con frecuencia la institución educativa se encuentra inmersa en un medio hostil en el que la violencia y la agresión se vuelven maneras adaptativas de reaccionar y sobrevivir. En un medio en el que el niño, niña o joven pudo ser maltratado, subvalorado o irrespetado, una escuela que promueva la participación y el cuidado de los otros, entra en contravía. Estas valoraciones sociales y estrategias de supervivencia que han sido utilizadas previa o paralelamente a lo esperado por la institución educativa, hacen más difícil y complejo el abordaje desde la ética de situaciones de convivencia.

Características de las comunidades justas
La primera comunidad justa fue creada en una institución pública por Kohlberg y el Centro para la Educación Moral de la Universidad de Harvard, durante cinco años en la escuela Cluster de Cambridge, Massachussets en 1974, intentando planificar una escuela alternativa y con una concepción basada en la democracia y participación de la comunidad educativa en la construcción de normas, en el debate, en la solución de problemas reales que vivía la misma comunidad y con un ambiente democrático basado en la justicia (pág. 8), para pasar del juicio moral a la acción moral, como lo decía Kohlberg (citado por Cendales, 2005).
Comprender a la escuela en términos de comunidad justa constituye una apuesta por la generación de un clima o atmósfera moral que promueva comportamientos propios de una democracia plena[2] e implica un paso de una perspectiva individualista para optar por una visión colectiva que, en últimas, redundará en promover niveles de razonamiento moral más elevados en los integrantes de una comunidad. Desde esta perspectiva, hay una relación directa entre las comunidades democráticas y la construcción de un sentido de justicia que regula la vida escolar, más allá de los niveles de desarrollo moral alcanzados por los integrantes de una institución educativa, gracias a un proceso de razonamiento (a través de la discusión de dilemas morales) y gracias a la oportunidad de participar en entornos organizados democráticamente. 
Pero ¿qué caracteriza una comunidad justa? Según Kohlberg (en Linde, 2009), las siguientes condiciones son aspectos esenciales de la atmósfera moral de una escuela y tienen la mayor influencia sobre el juicio y la conducta morales:

-       Discusión abierta centrada en la justicia y la moral.
-       Conflicto cognitivo estimulado por el contacto con puntos de vista diferentes y razonamiento de etapa superior.
-       Participación en la creación de reglas y en el ejercicio del poder y la responsabilidad.
-       Desarrollo de la comunidad hacia una etapa superior” (pág. 14)

De esta manera, la comunidad justa estaría en estrecha relación con el ejercicio del poder al interior de la escuela y, para el caso de nuestro entorno, con los mecanismos de participación viabilizados por el gobierno escolar. Como afirman Power y cols (1989) “la comunidad justa considera los valores (normas) como un producto de la vida escolar, muy en especial su entorno moral y su estructura gubernativa. Las escuelas sobre la Comunidad Justa se basan en la defensa de las autoridades (p.e. los profesores) y en el poder del grupo de iguales en la identificación e inculcación de valores. Este planteamiento se basa, asimismo, en el poder del proceso democrático, en el proceso de evaluación de la justicia y en el vínculo de los estudiantes a la comunidad que han formado en su entorno escolar. Por tanto, los valores resultantes serán igualmente justos, comunitarios y fuertemente arraigados” (pág 91).

En este sentido, se requerirá que los involucrados en el proceso de construcción de la comunidad justa estén de acuerdo en el tipo de ambiente escolar que se quiere lograr, por ejemplo y, como enfatiza Madrid (1996, citado por Del Refugio, 2001) debe ser claro para los docentes que los estudiantes se sientan apoyados, protegidos, respetados, beneficiados por ser parte del grupo y ser capaces de confiar en los demás. Esto se logra a partir de la discusión y decisión democrática realizando acuerdos de cooperación mutua, lo que tiene aún más beneficios porque a su vez se va fortaleciendo la identidad personal y comunitaria.

Al tiempo que se les enseñamos a los niños y niñas de primaria sobre estos cinco aspectos: 1) A poner en práctica la propuesta en el aula, fomentar la moralidad que exige respeto, confianza y amistad. 2) Expresar el amor y la confianza ayudan en la autoestima, un estudiante con autoestima elevada puede sustentar sus propios juicios. 3) Aprender a valorar y respetar la diferencia. 4) Aprender a valorar la cultura y las diferentes culturas. 5) Desarrollar la autonomía por medio de los dilemas morales (Arias y Vargas, 2005, p. 58).

Las condiciones materiales de cada plantel y del trabajo docente, además del bienestar mental y remunerativo de los profesores públicos, son algunos elementos que enmarcan la dimensión de lo posible en la definición de las competencias ciudadanas, cívicas y éticas, las cuales vamos a tomar como ejes pilotos de aprendizaje y que se anotan enseguida (según Conde, 2004):
• Me conozco, me valoro y me regulo,
• Me comprometo con mi comunidad, con mi país y con el mundo,
• Respeto la diversidad,
• Conozco, respeto y defiendo los derechos humanos,
• Convivo de manera pacífica y democrática,
• Me comunico y dialogo,
• Participo,
• Soy crítico,
• Respeto y valoro la justicia y la legalidad,
• Defiendo la democracia,
• Valoro la autoridad democrática.

Lo anterior ha llevado a las instituciones educativas a definir una serie de iniciativas orientadas hacia el fortalecimiento de la capacidad de estudiantes, docentes y padres de familia para establecer colectivamente unas reglas de juego. Esto con el fin de asegurar la coexistencia de la pluralidad de creencias, valores y opiniones que conformen paulatinamente una comunidad de intereses compartidos, y sustenten, al mismo tiempo, un sentido del nosotros como colectivo.


METODOS

Las instituciones educativas participantes del estudio (2008) fueron: el Colegio Santo Ángel, la Institución Educativa Distrital Arborizadora Baja en la ciudad de Bogotá, y la Institución Educativa María Josefa Escobar, en asocio con la Institución educativa Marco Fidel Suárez, y el Instituto Popular de Capacitación – IPC, en la ciudad de Medellín. Años antes (2005), ya se había realizado de la aplicación de un programa llamado “Comunidad Justa” en el desarrollo moral del Instituto Técnico José Ignacio de Márquez, en el cual se aplicaron dos instrumentos a tres cursos de control de los grados 8°, 9° y 10°; antes y después de la intervención, uno para medir el nivel de desarrollo de juicio moral y otro para medir la percepción de la atmosfera moral. Con los grupos control no se realizo ninguna actividad del programa Comunidad Justa, solo contestaron test de dilemas y atmosfera moral, los cuales permitieron la comparación de los grupos intervenidos (Cendales 2005, p. 12).

Las actividades educativas propuestas se plantean como diversos medios para establecer de manera dialógica el respeto de los derechos humanos y las creencias plurales. Es importante destacar la prioridad que en la escuela democrática justa se da a las cuestiones morales y cómo son las primeras en el orden del día de la agenda escolar (García, 2003). El papel del profesor consiste en favorecer el desarrollo moral de los alumnos a través de diferentes metodologías: diálogos clarificadores, discusión de dilemas morales reales, role-playing, procedimientos de la neutralidad activa, juegos de simulación, resolución de conflictos, etc. La finalidad principal de estas estrategias es propiciar el consenso y la constitución y justificación autónoma de las normas (Lazarte 2005, p. 8).

Dados los propósitos y el enfoque del estudio, se optó por un método que combina el análisis documental- textual de fuentes secundarias y el análisis de las producciones narrativas por parte de los actores involucrados en las experiencias educativas. Desde el punto de vista técnico instrumental, se hizo uso de recursos propios de la investigación documental, como también la realización de entrevistas conversacionales a nivel grupal, de las cuales se hizo un análisis de contenido y un análisis discursivo-narrativo.

El procedimiento investigativo se organizó en tres etapas. La primera se orientó a identificar y seleccionar las experiencias innovadoras y significativas, para lo cual se acudió a los informes y memorias que registran las innovaciones e investigaciones apoyadas por el IDEP, en la ciudad de Bogotá, y el IPI de la Universidad Pedagógica Nacional. Se organizó entonces un encuentro nacional sobre “Modelos y experiencias de mediación y conciliación escolar y no escolarizada, aprendizajes para la paz”, en el cual se presentó un amplio número de experiencias reconocidas, a fin de conocer sus trayectorias y aprendizajes (Delgado y Lara 2008, p. 676).

Como resultado de este primer acercamiento, se seleccionaron tres experiencias innovadoras, dos de ellas en la ciudad de Bogotá y una en la ciudad de Medellín. Se accedió al material documental que recoge y sistematiza la práctica educativa de las instituciones, y se procedió a realizar un primer análisis de los contenidos a partir de los cuales se plantean las categorías de análisis sobre las experiencias. En un segundo momento tuvo lugar el contacto directo con las instituciones educativas, y se realizaron las entrevistas grupales con los docentes y con los estudiantes. El tercer momento consistió en la organización y análisis de la información, teniendo como referente los planteamientos teóricos del enfoque de las comunidades escolares justas. Por último, se elaboró un informe y un artículo para la socialización del estudio.

Se resalta la experiencia de la ciudad de Medellín, en tres instituciones educativas de esta ciudad, se decidió resignificar los manuales de convivencia como “pactos”, en tanto que son considerados acuerdos pedagógicos que permiten el aprendizaje de la justicia y desestabilizan los poderes en la escuela. La experiencia muestra que los manuales de convivencia se quedan cortos a la hora de promover la formación ciudadana y la convivencia escolar, dado que los estudiantes, al no participar en su elaboración, los consideran “letra muerta” y documentos punitivos que tan sólo les señalan sanciones en caso de incumplimiento. De otra parte, para su construcción colectiva se requiere tener la convicción de que es necesario democratizar la escuela y la sociedad, activar las voluntades políticas de todos los miembros de la comunidad educativa, generar espacios de encuentro, conformar equipos dinamizadores y fortalecer la capacidad argumentativa y escritural de los estudiantes.

RESULTADOS
La Escuela un lugar de encuentros y desencuentros.

Las innovaciones educativas analizadas nos permiten constatar que la democratización de la vida escolar es un elemento central para avanzar en la construcción de comunidades justas e incluyentes. A partir del estudio se pudo establecer que el fortalecimiento de una cultura democrática en las instituciones escolares, caracterizada por una concepción democrática del conflicto, por la existencia de espacios de participación y deliberación, en los cuales los estudiantes tienen voz, voto y responsabilidades, va configurando un escenario de aprendizaje, de tal modo que “la democracia, más que una forma de gobierno se vuelve un estilo de vida” (Pineda, 2000, p. 52) en las comunidades escolares.

Algunos elementos comunes de las experiencias nos indican que, para hacer de la democracia escolar una realidad, es necesario, como se ha señalado, concebir la escuela como un espacio político para la formación ciudadana, propiciando el desarrollo moral y la autonomía de los estudiantes, con el fin de que logren comprender los procesos y sentidos de la justicia en términos del Otro. De igual manera, demanda su formación para participar colectivamente en la formulación de las normas para su convivencia democrática, aprendiendo, así, a participar en la esfera pública.

Requiere, también, el reconocimiento del ejercicio de los derechos de los estudiantes, la gestión de los mecanismos e instancias para la participación y la organización democrática, tales como el gobierno escolar, los ministerios, centros de conciliación, pactos de convivencia, asambleas, consejos estudiantiles, entre otros.

El nivel de juicio moral con la prueba de Gibbs adaptada por Molano, aumento significativamente para los estudiantes que participaron en el programa Comunidad Justa. En contraste, el cambio en juicio moral entre quienes estuvieron en el grupo control no fue significativo. En cuanto al nivel de la atmosfera Moral con la prueba de Villegas, Kanayet y Torrente, aumento significativamente para los estudiantes que participaron en el programa; en contraste, el cambio en la atmosfera moral entre quienes estuvieron en el grupo control disminuyo significativamente3 (para los resultados completos ver Tesis de maestría: “Incidencia del programa de comunidad justa en el desarrollo moral den Instituto Técnico José Ignacio de Márquez”, Cendales 2005, Universidad de los Andes).

Del estudio se derivan algunos aspectos relevantes en torno a la concepción del conflicto. En primer lugar, el reconocimiento del otro, como el núcleo central en la resolución del conflicto; en segundo término, y muy ligada a lo anterior, la alteridad, la cual es significativa en el sentido de apostarle al otro como interlocutor válido en la resolución de los conflictos; en tercer lugar, la concepción de conflicto como un “instrumento pedagógico”, puesto que en él convergen el reconocimiento del otro, la autonomía moral, la participación y la convivencia de derechos, elementos a partir de los cuales se construye ciudadanía.

El estudio demuestra que en la escuela es posible abordar la resolución del conflicto a través de espacios y experiencias mediadas por el diálogo, la concertación, el consenso y la deliberación entre los estudiantes, reconociendo al otro en su diferencia y en su dignidad humana, para desarrollar la capacidad del perdón y de conciliación. A fin de lograr este cometido, se requiere promover las estructuras que favorezcan su instauración, desarrollar en los estudiantes las habilidades y El conflicto, como instrumento pedagógico para la construcción de ciudadanía, disposiciones para negociar, mediar, concertar y consensar, siempre y cuando la escuela sea una comunidad poseedora de una moral democrática, caracterizada por la pluralidad, la tolerancia, la fraternidad y la libertad.

De otra parte, el estudio señala que el manejo del conflicto en el ámbito escolar propende por la construcción de ambientes democráticos y justos, permitiendo a los estudiantes reconocer que existen otras formas de vivir, convivir, resolver sus problemas, y que, a su vez, están preparándose para participar activamente en la vida social y política de los contextos en los cuales se desenvolverán más tarde. Asimismo, encontramos que los estudiantes se están formando como sujetos capaces de interpretar, argumentar, deliberar y proponer, con una sensibilidad moral que les permite reconocer al otro en su diferencia, factores que son importantes en la perspectiva de construcción de comunidades justas.
En las experiencias estudiadas se evidencian fuertes procesos de participación, en los cuales las colectividades organizadas y preparadas para tal fin, y contando con el derecho a decidir, construyeron sus propios proyectos en relación con las normas –como sistemas de justicia– que regularían la convivencia escolar.





CONCLUSIONES
Visibilizando los Componentes Morales y de Justicia en los Niños: una apuesta para configurar comunidades justas en nuestras instituciones educativas.

Podemos concluir que, tanto la justicia, como la expansión de la libertad, son los fines primordiales de una comunidad justa que se reconozca como asociación política. La democratización de la vida escolar es un elemento central para avanzar en la construcción de comunidades justas e incluyentes.
Es claro que la configuración de una comunidad justa es un proceso de largo aliento. Reiteramos que una comunidad justa es concebida como un espacio en el cual los estudiantes comienzan a ser tenidos en cuenta, estableciendo a través del consenso social las normas, valores y responsabilidades que favorezcan el respeto mutuo como un modo de vivir los derechos humanos, las competencias ciudadanas, el clima o ambiente moral. Este “laboratorio” (en el sentido amable de la palabra), inicialmente está pensado para ser desarrollado con estudiantes de cuarto y quinto de primaria, y posteriormente en los demás grados de nuestras instituciones educativas, buscando favorecer e impactar a toda la comunidad educativa.  Ahora bien, como elementos de partida para la implementación de comunidades justas en las IE, en la literatura se consideran relevantes los siguientes:
-          La reflexión por parte de los docentes acerca del sentido de las normas y de su cumplimiento.  Este trabajo constituiría las bases de la comunidad justa dado que los docentes son quienes ostentan el poder e imponen las normas y el ejemplo.  Requiere un proceso que motive a los docentes hacia el cambio en la manera de comprender las normas, incluso diferenciando aquellas normas que son negociables y que atienden a convenciones sociales, de aquellas que remiten a aspectos éticos que afectan el bienestar y la justicia.
-          El reconocimiento del docente de su rol en la promoción del desarrollo moral de los estudiantes (Lazarte, 2005).  Sería necesario contar con información sobre el desarrollo moral que les facilite incrementar su sentido de control de la situación. Ante las realidades apabullantes con las que se enfrentan, muchos docentes han perdido la esperanza de cambiar las relaciones que se establecen con los estudiantes. Recuperar el sentido de agencia de los docentes es fundamental para iniciar el trabajo: una agencia basada en los consensos, mostrando adultos diferentes a los que usualmente se han visto enfrentados niños y jóvenes.

-          La resignificación de instrumentos normativos en la escuela. En este sentido, Delgado y Lara (2008) proponen la resignificación del Manual de Convivencia con la connotación de “Pacto”, además que los estudiantes participen en su elaboración, para que no sea visto después como un documento punitivo y coercitivo que tan sólo les señala sanciones, faltas o castigos en caso de incumplimiento (p. 684).  En este sentido sería necesario un encuentro reflexivo que permita a los docentes reconocer normas prescritas y consensuadas por la comunidad escolar, que aseguren un clima o atmósfera moral que favorezca el razonamiento moral.

-          Recuperar el valor de la palabra y la confianza entre los actores que lo suscriben, para que este pacto sea respetado. La participación en la construcción de las normas es condición necesaria pero no suficiente para que los compromisos adquiridos se cumplan. Se requiere un trabajo pedagógico sostenido que favorezca un comportamiento coherente con lo propuesto. 

-          Aguardar hasta que las condiciones se den y sea viable implementar los programas para la construcción de comunidades justas, pues existiría un entorno que los haga sostenibles. Los directivos docentes, estudiantes, cuidadores y padres de familia pueden invertir dos o tres días al inicio del periodo académico, diseñando e implementando estrategias pedagógicas para mantener las reglas –o las que establezcan– celebrando acuerdos y convenciones sociales colegiados que trasciendan su sentido punitivo, prohibitivo, represivo o coercitivo.

-          Proporcionar mecanismos que favorezcan la definición, la validación de los reglamentos-normas y un permanente acompañamiento docente, para generar espacios de reflexión y discusión.

-          Someter la propuesta a una serie de condiciones reales, con el fin de construir las competencias ciudadanas, cívicas y éticas posibles de alcanzar, como se definen actualmente en las políticas gubernamentales (por ejemplo, como aparecen en el Programa Nacional de Educación Sexual y Construcción de Ciudadanía PESCC, propuesto por el MEN en el 2007).

-          Educar a los estudiantes de primaria en las áreas del currículo de Ética y Valores (liderado por los maestros de esta área), como lo mencionan Arias y Vargas (2005, p. 53), utilizando metodologías y estrategias pedagógicas que posibiliten una mayor apropiación de los valores y de su práctica en la convivencia familiar, escolar, social y comunitaria.

-          Desarrollar habilidades comunicativas –elocuencia, escucha, argumentación, proposición–, y, especialmente: la capacidad de razonar (Salazar y Lara, 2008), necesarias para el diálogo y el ejercicio activo de la ciudadanía en la escuela.

-          Trabajar con los niños y niñas de primaria estos aspectos: 1) poner en práctica la propuesta en el aula de fomentar una moralidad que exige respeto, confianza y amistad. 2) Expresar el amor y la confianza que ayudan al desarrollo de la autoestima; un estudiante con autoestima elevada puede sustentar sus propios juicios. 3) Aprender a valorar y respetar la diferencia. 4) Aprender a valorar la cultura y las diferentes culturas. 5) Desarrollar la autonomía por medio de los dilemas morales (Arias y Vargas, 2005, p. 58).
No se puede desconocer que las propuestas para celebrar pactos de convivencia impactan a toda la institución, generando tensiones y resistencias, confrontaciones entre los docentes y con las directivas, ante el temor de perder poder y autoridad. De hecho, el grupo pedagógico conformado por docentes fue una de las instancias más débiles en todo el proceso, por la poca voluntad de participar, la concentración de responsabilidades que debe asumir y el tiempo extralaboral que demanda, mientras que el grupo de directivas, además de ser fuente de tensiones, fue el gran ausente del proceso.
Finalmente, el desarrollo de las competencias del juicio moral en los jóvenes requiere de una pedagogía así orientada desde edades tempranas, para trabajar gradualmente con ellos lo que requieren comprender y razonar moralmente sobre situaciones cotidianas de su entorno inmediato escolar, familiar y comunitario. De otra parte, la construcción de comunidades justas demanda repensar y redefinir la escuela, como también, un compromiso activo por parte de estudiantes y docentes en la construcción de acuerdos, aspecto fundamental para una convivencia democrática en la escuela.







Referencias
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[1] Trabajo desarrollado como parte del Curso Pedagogía para no Licenciados. Curso de Ingreso para el escalafón. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá
[2] Al respecto Linde hace una revisión del origen de la propuesta de las comunidades justas que está relacionado con la experiencia que tuvo Kohlberg al visitar los kibutz en Israel y con el intento de compensar el énfasis individualista de su propuesta e incluir aspectos colectivos. Igualmente realiza un análisis crítico de la propuesta de este autor a la luz de los conocimientos actuales y defiende su vigencia a pesar de las críticas que ha recibido.